¿Es sorpresa ésta la del macaco? / «No hay hombre ni mujer que…

¿Es sorpresa ésta la del macaco?

/ «No hay hombre ni mujer que no se haya mirado en el espejo y no se haya sorprendido consigo mismo», reflexiona en 1967 la escritora brasileña Clarice Lispector. “Por una fracción de segundo, nos vemos como un objeto a observar”, dice, en una crónica para el diario Jornal do Brasil. Esa sorpresa de la que habla Clarice no ha sido exclusiva de hombres y mujeres. Algunos animales también la tienen y dicha sorpresa se ha usado en las neurociencias como una prueba inicial para determinar si un animal tiene consciencia de sí mismo. Es posible, según una investigación de la Academia China de las Ciencias, que los macacos ahora entren a la lista de los animales que se reconocen en el espejo, junto a los chimpancés, los orangutanes, los elefantes y los delfines. Ah, sí; y tú y yo y Clarice.

En todos los estudios previos, los macacos no daban señas de reconocerse en los espejos; veían las figuras en los cristales como si fueran otro individuo a cuya presencia debían acostumbrarse. Sin embargo, los investigadores chinos, coordinados por Neng Gong, se preguntaban si acaso podrían entrenar a los macacos para reconocerse. Para ello, pusieron a los macacos frente a espejos y usaron un láser que producía una sensación de ardor en el rostro de los monos; les daban una recompensa cada que tocaban el punto iluminado. Después de dos a cuatro semanas de ese entrenamiento, los macacos se tocaban una marca en el rostro que sólo podían verse cuando estaban frente al espejo. Y algunos de ellos parecían usar el reflejo en el cristal para explorar partes de sus cuerpos que antes no podían ver. En palabras de Clarice: “A esto lo llamarían tal vez narcisismo, pero yo lo llamaría: alegría de ser.”

¿Tenían los macacos, frente a su reflejo, alegría de ser? Los resultados, publicados la semana pasada en la revista Current Biology, ya son controvertidos entre los especialistas en la mente animal y las pruebas de auto-consciencia. Gordon Gallup, psicólogo de la Universidad Estatal de Nueva York y autoridad en el tema, se muestra escéptico en entrevista para la revista Nature: “Sólo porque estés actuando como si te reconocieras en un espejo, no necesariamente significa que hayas alcanzado el auto-reconocimiento”. Gallup y otro colega suyo recientemente publicaron un estudio de revisión en el que concluían que no existían pruebas de auto-reconocimiento en primates fuera de los simios (los macacos son monos, a diferencia de los chimpancés, orangutanes y gorilas). Si el estudio de los investigadores chinos se corrobora, habría que corregir las conclusiones de Gallup. Y volver a reflexionar sobre las diferencias entre nuestra mente y las de otros animales.

Si existe consciencia de uno mismo en los macacos, primos nuestros más lejanos que los chimpancés, es posible que los fundamentos cerebrales para esa habilidad hayan existido en nuestra historia evolutiva desde hace mucho más tiempo del que creíamos. En palabras de Gong, el líder de la investigación, los macacos poseen el ‘hardware’ neuronal para la tarea, pero “necesitan el entrenamiento apropiado para adquirir el ‘software’ que les permite alcanzar el auto-reconocimiento”. En palabras de Clarice, es aprender a sentir “alegría de encontrar en la figura exterior los ecos de la figura interna”.

Las pruebas con espejos para determinar la consciencia de uno mismo en animales son controvertidas y probablemente se vuelvan más con estos resultados. Y es que, la figura exterior se crea en muchos animales con el sentido de la vista, pero ¿cómo podríamos usar la prueba del espejo para determinar si un murciélago tiene consciencia de su figura interna si le es imposible mirar su reflejo? ¿Necesitaríamos una prueba de eco-localización reflejada? Indudablemente, necesitamos inventar una variedad métodos más apropiados para la realidad de cada especie para comenzar a acercarnos a la mente de los animales y desvelar su complejidad. Estudios como el de Gong y sus colegas muestran que no está todo dicho al respecto de las pruebas y nos ayudan a imaginar lo que podría estar pasando por la mente de estos monos. A imaginar y aventurarnos a hacernos la pregunta si acaso la Clarice Lispector de los macacos también diría, como dice y escribe su contraparte humana, frente a un espejo: “ah, entonces es cierto que no me imaginé, yo existo”. Y sorprenderse.

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[Imagen tomada de la nota fuente]

Aquí el artículo original de Gong y sus colegas, de acceso restringido.

Aquí la nota fuente.

Aquí la revisión de Gallup y James R. Anderson, del 2011.

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