En 1998 un gastroenterólogo inglés de nombre Andrew Wakefield publicó un artículo donde sugería una conexión entre la vacuna triple viral (de sarampión, paperas y rubéola) y el autismo en niños.
Pocos años después, Andrew fue despojado de su licencia médica y desacreditado por la comunidad científica, acusado de fraude. Pero el daño ya estaba hecho: el escándalo avivó las llamas de un movimiento antivacunas que, a la fecha, tiene terribles consecuencias para la salud pública.
Martín Bonfil Olivera lo pone así: “Hay mentiras bobas. Hay estafas. Y hay engaños que entran en otra categoría: los viles y peligrosos”. Estos últimos engloban las declaraciones de Andrew Wakefield y muchas otras personas, cuya voz comienza a extenderse de manera amenazante.
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[En la infografía, casos de pacientes en Estados Unidos antes y después del surgimiento de la vacunas. Tomada de la columna La Ciencia por Gusto]
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