Los genios creativos y las enfermedades mentales
Esta nota fue publicada originalmente el 13 de septiembre de 2013.
/ En abril de 1961, la esposa de Ernest Hemingway lo encontró en la cocina de su casa de Idaho con una escopeta en la mano. Asustada, llamó a los doctores de la Clínica Sun Valley, quienes lo trasladaron a la Clínica Mayo para que reiniciara la terapia de electrochoques que hacía 4 meses había terminado. En julio de ese mismo año, dos días después de ser dado de alta, Hemingway se disparó en la cabeza con su escopeta favorita.
La historia del genio creativo que sufre algún tipo de desorden mental, sea depresión, bipolaridad, esquizofrenia, manía o ansiedad, es una constante en el imaginario cultural. Hemingway fue tratado por depresión hacia el final de su vida, la cual terminó con un suicidio, y circunstancias similares se han contado de muchos escritores, músicos, pintores, actores o incluso científicos.Esto ha llevado a muchos a sugerir que existe una conexión entre la locura y la creatividad. O como lo pusiera Platón en su diálogo Fedro: “Todo el que intente aproximarse al santuario de la poesía, sin estar agitado por este delirio que viene de las musas, estará muy distante de la perfección”. Pero, ¿de verdad existe tal conexión?
Esta es la pregunta que se plantearon Simon Kyaga, del Instituto Karolinska en Suecia, y su equipo. Ellos revisaron más de un millón de registros médicos en Suecia en busca de pacientes con algún desorden mental diagnosticado que al mismo tiempo hubieran declarado dedicarse a alguna profesión creativa. Entre los padecimientos contemplados en su estudio estaban la bipolaridad, depresión, ansiedad, abuso de drogas o alcohol, autismo, déficit de atención o haber cometido suicidio. Las profesiones que los investigadores consideraban creativas fueron profesores universitarios (investigadores incluidos), artistas visuales, fotógrafos, diseñadores, artistas de artes escénicas, músicos y escritores. Como grupo contra el cual comparar a los creativos, eligieron a contadores y auditores.
Los investigadores no encontraron ninguna conexión entre los desordenes mentales y las profesiones creativas, excepto en el caso del desorden bipolar. Sin embargo, al concentrarse en las profesiones particulares, el equipo de Kyaga encontró que el subgrupo de los escritores era más propenso a la depresión, ansiedad, abuso de drogas y suicidio. ¿Es esto una confirmación de la figura del genio atormentado?
«Para nada», alega Keith Sawyer, autor de un par de libros sobre la creatividad, en un artículo para el Huffington Post. Para Sawyer, la atención que los medios han puesto en el estudio de Kyaga se ha centrado más en la delgada conexión entre escritores y desordenes mentales que en la conclusión general: las profesiones creativas no están más ligadas a ningún desorden mental que otras, como contaduría. Además, llaman la atención dos hechos que debilitan las conclusiones de ese estudio y de otros que pudieran seguir sus métodos. Uno es que la creatividad es un concepto difícil de definir, y que no por dedicarse a una profesión artística o científica necesariamente se es creativo. El otro es que la diagnosis de muchas enfermedades mentales depende de los parámetros utilizados: a veces se consideran desórdenes mentales simples estados de ánimo intensos.
Por su parte, Jalees Rehman, investigador de la Universidad de Chicago, argumenta en su blog que el gran revuelo que alzan los estudios como el de Kyaga y sus colegas es, en realidad, producto de las concepciones que tienen las sociedades occidentales sobre los genios. Además, según el investigador, se promueve esa idea mitificada en un intento de suavizar el trauma de ser diagnosticado con un padecimiento mental. “Tal vez tienes una enfermedad mental, pero no te preocupes; eso podría inspirarte para pintar como Van Gogh o escribir poemas como Sylvia Plath”, satiriza Rehman.
Al final, tal vez el estudio de Kyaga y su equipo no sea definitorio, pero puede abrir nuevas rutas de investigación. Si bien los desórdenes mentales y la creatividad no parecen estar conectados, el hecho de que los escritores suecos tuvieran ligas a conductas suicidas es un dato interesante en el cual profundizar. (Por ejemplo, al equipo de Historias Cienciacionales le sorprendió encontrar que más de 400 escritores a nivel mundial han cometido suicidio, según sus biografías en la Wikipedia en inglés). Tal vez haya algún rasgo en el cerebro que explique esa relación, o tal vez sólo sea reflejo de la relativamente alta tasa de suicidios en Suecia, las condiciones particulares de la vida de un escritor o algún otro factor desconocido. En cualquier caso, la conclusión más segura hasta ahora es, como muchas veces ocurre en ciencia, que se necesitan más estudios.
Tal parece que la figura del genio atormentado por las tribulaciones de su mente será una idea que tendremos que dejar por ahora en novelas, películas y citas de los antiguos griegos.
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[En la imagen, Ernest Hemingway, Virginia Woolf y Sylvia Plath, tres escritores que sufrieron depresión y terminaron sus vidas suicidándose]
Aquí la nota que suscitó este texto.
Aquí el artículo original de Kyaga y su equipo, publicado en 2012 en el Journal of Psychiatric Research.
Aquí la crítica de Rehman.
Aquí la crítica de Sawyer.
Aquí la lista de escritores que cometieron suicidio en Wikipedia.
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