Fósiles que unen y se reúnen
/ Las historias que se conectan a través del tiempo son increíbles. Lo que más sorprende de ellas no es su desenlace, sino la probabilidad tan pequeña de que se encuentren en el tiempo/espacio correcto. Ejemplos sobran. Como aquella vez que, por darle la hora a un desconocido a atrasarte un poco, conociste a esa persona que amas(te), o la vez cuando encontraste la pieza faltante del único fósil que se tenía de Atlantochelys mortoni, una tortuga gigante que vivió durante el Cretácico, cuyo ejemplar se encontraba incompleto desde su descubrimiento en 1849.
Así le sucedió en 2012 a Gregori Harpel, un químico analítico de Oreland, Pennsilvania, que en sus tiempos libres disfruta de la búsqueda de fósiles. En una de sus salidas de fin de semana, Gregori se encontraba en el Condado de Monmouth, Nueva Jersey, buscando fósiles de dientes de tiburón cuando un objeto resaltó de su vista. “Lo tomé, y en un principio pensé que era una roca. Era pesado”. Después de observarla por unos momentos, se dio cuenta de que lo que sostenía era un fósil. Evaluando su importancia y tamaño, Harpel no tardó mucho en visitar a Jason Schein y David Parris, curadores del Museo Estatal de Historia Natural de Nueva Jersey.
En el momento que observaron al fósil, ambos investigadores reconocieron que se trataba de un húmero, el hueso más largo de las extremidades superiores. El húmero en cuestión pertenecía a una tortuga, pero tristemente estaba roto del eje, por lo que sólo conservaba intacta la parte más cercana al codo. Esto le recordó a Parris el descubrimiento que realizó el naturalista Louis Agassiz en 1894 de una tortuga de unos tres metros de longitud que vivió hace 70 o 75 millones de años, y cuya única evidencia fósil era una extremidad rota.
Parris le comentó a Schein su pensamiento a modo de broma y, sin nada que perder, decidieron ponerlo a prueba. Al fin y al cabo, la coincidencia era mucha y el fósil se encontraba en la Universidad de Drexel, nada lejos de donde estaban. Sin embargo, la sorpresa llegó cuando unieron ambos pedazos: “nunca pensé que hubiera alguna probabilidad en el mundo de que en verdad encajaran”, comentó Schein sobre el descubrimiento.
Haber encontrado a la pareja fósil es sorprendente en muchos aspectos. Entre ellos, la baja probabilidad de que sucediera y el hecho de haber recuperado el fósil en tan buenas condiciones. “La asombrosa confluencia de los acontecimientos que tuvieron que haber ocurrido para que esto fuera cierto es simplemente increíble y quizá sin precedentes en la paleontología”, comenta Schein.
Ahora, el húmero completo de A. mortoni les da a los investigadores más información acerca de la gigantesca tortuga. Por ejemplo, la estimación de su tamaño, que la postula como la tortuga más grande que jamás haya habitado los mares pasados.
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[En la imagen, una representación artística de la tortuga, comparada con el tamaño de un humano promedio. Tomada de la nota fuente]
Aquí pueden ver ambos fósiles reunidos.
Y un vídeo en donde los investigadores explican su descubrimiento.
Fuente en Drexel NOW
El artículo aún no está publicado, pero saldrá en el próximo número de Proceedings of the Academy of Natural Sciences of Philadelphia.
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