I (don’t) f*cking love science / “Odio dar conferencias”. Así…

I (don’t) f*cking love science

/ “Odio dar conferencias”. Así empezó Elise Andrew, creadora de I f*ucking love science, la conferencia a la que fui este viernes en la Universidad de Sheffield, Inglaterra. La egresada de la carrera de biología regresó a su alma mater para hablar sobre su sitio de Facebook, mismo que hoy cuenta con más de 11 millones de seguidores, y sobre los motivos que la llevaron a crearlo. 

Visiblemente nerviosa, Elise utilizó los primeros minutos para burlarse de los estadounidenses y su ignorancia científica. Usó como ejemplo el hecho de que un gran número de norteamericanos no sabe que la Tierra gira alrededor del Sol. Los ingleses tampoco se salvaron de esta mujer pues, según nos contó, Jeremy Hunt, secretario de Estado de salud en Inglaterra, cree en el poder de la homeopatía. La burla me hizo sentir incómoda. ¿Habrá sido necesario poner en ridículo a tantas personas para señalar la falta de pensamiento crítico?

Elise continuó diciendo que el objetivo de su página no es enseñar, sino despertar el asombro en sus lectores. Esto es muy congruente con la imagen de portada que actualmente ilustra su página, donde cita a Isaac Asimov: «La frase más emocionante que se puede escuchar en ciencia, aquella que anuncia nuevos descubrimientos, no es ‘¡Eureka!’, sino ‘eso es divertido…’».

Andrew mencionó que “nuestra responsabilidad” (haciendo referencia a los científicos) es decirle a la gente lo que los medios de comunicación no les dicen. Utilizó tres descubrimientos recientes como ejemplo para ilustrar cómo hay investigaciones impresionantes que no salen de las revistas arbitradas o portales especializados. “Mi página ocupa el tercer lugar en Facebook con más afiliados. Un sitio de ciencia. Esto es porque la gente quiere saber de ciencia”. Llamó a los que estábamos presentes a utilizar nuestras redes sociales para hablarle a la gente sobre ciencia “porque, les prometo, se van a interesar”. Por un momento, Elise comenzó a flotar en el escenario hasta que remató con un: “usen sus redes sociales. Yo sé que tienen. Hasta en el tercer mundo las tienen”.

La frustración es la razón por la cual nunca verán a Elise enfrascada en un debate en su página. “Hay personas a las que no puedes llegar. Sólo pónganles la información”.  

Las preguntas de la audiencia mostraron una cara poco conocida de quien administra tan popular sitio. Su logro científico favorito es tener a Curiosity en Marte. Trabaja ochenta horas a la semana porque su esposo no le deja trabajar cien. Enfrentó problemas cuando la gente se enteró que la creadora de I f*cking love science es una mujer. Odia la atención. Ha estado en la sección de celebridades de Cosmopolitan en internet. Estudió una carrera científica porque era buena en ello. La evolución le fascina a tal punto que, cuando la conoció, “hizo explotar su mente”.

A firma personal, tanto la plática como Elise fueron decepcionantes. Su postura y sus ideas siguen los pasos del modelo pasivo en el cual los comunicadores de la ciencia llenan con información la ignorancia científica de las personas. Burlarse de esta ignorancia resulta desagradable y denigrante. Nadie es verdaderamente ignorante, nadie tiene la culpa de lo que no sabe y los científicos no son mejores personas que los demás por tener un grado en ciencia. Este procedimiento pasivo de comunicación de la ciencia es reforzado por el hecho de que no busca generar debates. Sería deseable que supiera que son justamente estos debates los que nutren el quehacer científico. En general, me quedo con la impresión de que esta mujer tuvo un golpe de suerte hace dos años.

Pero tampoco me fui con las manos vacías. Me di cuenta de que en la comunicación de la ciencia cada quien usa sus propias herramientas para hacer llegar el conocimiento a la audiencia. También considero valiosas la idea de compartir lo que los medios de comunicación no ofrecen. Sobre todo, aplaudo la frase que dijo al final de su plática, en referencia a su propia experiencia con la discriminación: “los hombres son criticados por lo que hacen y las mujeres son criticadas por quienes son”.

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Sofía Flores Fuentes es fundadora de Historias Cienciacionales. Estudia la maestría en comunicación de la ciencia en la Universidad de Sheffield, Inglaterra. Cada vez más convencida de que nació en el siglo equivocado, Sofía dejó en México el tejido de su súeter y el rompecabezas de Las Meninas de Velázquez inconclusos. A sus gatos, familia y amigos se los lleva a todos lados en el corazón.

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