Ríos de sangre y savia
/ Hace unos 30 años, el filósofo y escritor español Fernando Savater predijo que las democracias hispanoamericanas no podrían acabar con las drogas; serían éstas quienes terminarían por socavar los gobiernos de América Latina. Ahora, sus palabras resuenan más fuerte que nunca.
Pero Savater pasó por alto que las drogas no sólo son capaces de destruir gobiernos. En la Universidad de Ohio, entre la treintena de cubículos que conforman el Departamento de Geografía, se encuentra el lugar de Kendra McSweeney, quien ha comenzado a registrar los daños ambientales causados por el narcotráfico en la estrecha cintura del continente americano.
De sonrisa tímida y pómulos pronunciados, Kendra ha dedicado más de 20 años a estudiar cómo los pueblos indígenas se relacionan con su medio ambiente, pero le ha sido imposible no desviar la vista hacia otros asuntos. Sus ojos, más acostumbrados a los paisajes tropicales de Centroamérica que al asfalto de Ohio, son testigos de la acelerada desaparición de selvas en lugares como Honduras, Guatemala y Nicaragua. En un esfuerzo por encontrar la causa de este fenómeno, Kendra y otros seis científicos estadounidenses han logrado documentar la relación entre la pérdida de vegetación en estos países y el tránsito de drogas.
Realizar esta investigación parecía más bien natural y, a decir verdad, una obligación moral. En palabras de la geógrafa, “desde 2007, comencé a detectar tasas de deforestación sin precedentes. Cuando pregunté a los pobladores locales qué estaba ocasionando esto, recibí una sola respuesta: los narcos”. El inicio de este suceso parecía estar relacionado con noticias que llegaban de otras partes de América Latina. 2007 fue también el año en que México, principal vía de entrada hacia Estados Unidos, declaró una violenta guerra contra el narcotráfico en muchos de sus estados fronterizos del norte. “En respuesta a la mano dura en México, los traficantes de drogas se movieron hacia el sur con el fin de encontrar nuevas rutas a través de áreas remotas para sacar su mercancía fuera de Sudamérica e introducirla a Estados Unidos”, añade Kendra durante una entrevista con la oficina de comunicación de su universidad.
El resultado fue generalizado, y pronto se pudieron detectar tres principales mecanismos que ocasionan la desaparición de selvas centroamericanas:
1. La vegetación es arrasada y, sobre los suelos antes verdes, se construyen caminos y pistas de aterrizaje clandestinas.
2. El tráfico de drogas intensifica las presiones preexistentes de las selvas al introducir grandes cantidades de dinero y armas: los grandes productores, ganaderos y fiscales estatales son sobornados –haciéndose partícipes, de forma indirecta, del narcotráfico– mientras que los grupos indígenas y conservacionistas son amenazados.
3. Las poderosas ganancias del tráfico de drogas hacen necesario lavar el dinero para hacer que circule como fruto de actividades lícitas. Las propias organizaciones, entonces, convierten las selvas en zonas de agricultura (donde se cultivan pastos o palma de aceite) y ganadería, lo cual “legitimiza” la presencia del narcotráfico en las fronteras y selvas remotas, al mismo tiempo que les permite controlar el territorio.
Kendra está consciente de que este tipo de problemas son un recuerdo constante de porqué las políticas de drogas son también políticas de conservación. Y tal parece ser que seguimos tropezando con los mismos errores. En 2012, por ejemplo, Honduras comenzó a combatir el crimen organizado, pero eso sólo provocó que los narcotraficantes se trasladaran hacia Nicaragua. Los impactos ambientales y el lavado de dinero llegaron poco después.
Es cierto: no hay solución fácil. Pero se puede empezar por algo. La última oración del artículo que escribieron Kendra y sus colegas este febrero en la revista Science lo plasma muy bien: “reflexionar sobre la guerra actual contra las drogas podría traer consigo enormes beneficios ecológicos”.
Con suerte, en un futuro no muy lejano, Savater tendrá que tragarse sus palabras.
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[Fotografía aérea de la Biosfera del Río Plátano, en Honduras, que ha sufrido altas tasas de deforestación debido a la presencia de narcotraficantes. Tomada de este sitio]
Artículo original de Science (sin libre acceso y en inglés).
Existen más estudios que vinculan la deforestación con el narcotráfico. Aquí una reseña en español (porque el artículo tampoco es de libre acceso) sobre la investigación que realizó Liliana Dávalos, bióloga colombiana, relacionando el tráfico de cocaína con la pérdida de superficie selvática en su país.
Fuentes de ScienceDaily y de la Ohio State University.
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