La lentísima conquista de Jamaica por un árbol australiano/ Es…

La lentísima
conquista de Jamaica por un árbol australiano

/ Es un día soleado
de verano. Entre el follaje del bosque tropical de las montañas de
Jamaica, un pajarillo se posa en una rama. Se acerca dando pequeños
saltos a un racimo de pequeños frutos redondos color naranja.
Picotea algunas semillas y luego se va volando. Es imposible que lo
sepa, pero con ese minúsculo gesto esta pequeña ave está
contribuyendo a la desaparición de varios de sus congéneres. Una
desaparición que, con todo, está tomando décadas. Desde el siglo
XIX para acá, los árboles que crecen de las semillas de esos
pequeños frutos naranja han invadido poco a poco los bosques
tropicales de la isla, poniendo en peligro a muchas de las especies
animales y vegetales que sólo viven en estas tierras del Caribe.

Desde hace 40 años,
un grupo de científicos de varias universidades, entre ellas las de
Bangor y Cambridge, del Reino Unido, Denver, de EU, y el Landcare
Research, de Nueva Zelanda, han estado estudiando la lenta conquista
de los bosques de Jamaica por el árbol conocido como jazmín de
Australia o pistosporo de bayas naranjas. Esta planta, que puede
llegar a crecer hasta 15 metros de alto, fue llevada a las Antillas
en la década de los 1870, para engrosar las filas del jardín
botánico Cinchona. En las laderas de las Montañas Azules, ubicadas
en el extremo oriental de la isla, se acumula suficiente humedad para
que florezca un ecosistema tropical, lo que lo convierte en un sitio
ideal para un jardín botánico. Pero también para que prosperen
especies traídas de otras tierras. Los bosques de este sitio son tan
diversos y únicos en su diversidad, que en los años 90 se
protegieron con el establecimiento del Parque Nacional Montes Blue y
John Crow, el cual fue reconocido en 2015 por la UNESCO como
Patrimonio de la Humanidad. En 2018, el grupo de investigadores,
liderados por Peter Bellingham, reportan en la revista Biological
Conservation, que el jazmín de Australia, cuyo nombre científico es
Pittosporum undulatum, está minando la diversidad de estos bosques.

Como con la gran
mayoría de las especies invasoras en todo el mundo, ha sido una
combinación de circunstancias lo que ha promovido el auge de este
árbol en las tierras de donde no es originario. En primera
instancia, fue la mano humana que llevó las semillas de una tierra a
otra, en este caso de los bosques tropicales australianos a los
jamaicanos. Luego, la especie recién llegada se aprovechó de las
costumbres y hábitos de los pobladores del ecosistema al que arribó.
Los pájaros que se alimentan de semillas encuentran en el fruto del
pistosporo una abundante ración de comida. Un sólo árbol puede
producir cerca de 40 mil semillas. Una vez que estas semillas son
procesadas por las aves, las defecan, usualmente lejos de donde las
ingirieron. Entonces entra en juego una circunstancia favorable más:
las pequeñas plantas del pitosporo son mejores que las plantas
nativas para soportar la sombra del follaje de la selva.

En una selva
tropical, es difícil que se establezcan especies invasoras. Estos
ecosistemas son despiadados para las plantas recién llegadas. Poca
luz del sol toca el suelo, y todo el tiempo se libra una lucha
encarnizada por los nutrientes y el agua. Las plantas del lugar
suelen estar muy especializadas para encontrar los más pequeños
recovecos ecológicos que les permitan subsistir en este ambiente
hostil. Trepan sobre los troncos de otras, crecen en las copas de
otros árboles, poseen hojas muy particulares que explotan la poca
luz que llega al suelo, o algunas incluso impiden el crecimiento de
las plantas circundantes. Lo único que puede llegar a romper esta
constante tensión entre especies vegetales es un desastre
inesperado, que derrumbe la normalidad de la lucha por los recursos.
Usualmente, basta con que un árbol caiga, y abra un pozo de luz
entre las copas, para que las plántulas de otras especies de árboles
comiencen una carrera hacia arriba hasta que sólo algunas cuantas
completen el hueco en el follaje. Sin embargo, si el desastre es de
dimensiones mayores, la comunidad vegetal puede incluso llegar a
tener una nueva estructura. El desastre que ayudó al jazmín de
Australia a invadir las selvas de Jamaica fue un huracán. Un huracán
que ocurrió hace casi 30 años

El huracán Gilberto
azotó en las costas del Caribe en 1988. Tuvo el récord del más
grande e intenso en su momento (hasta que lo destronó Wilma, en
2005). Además de las pérdidas humanas y materiales, los vientos
huracanados hicieron estragos en la composición de las selvas de las
Montañas Azules en la isla. Cayeron suficientes árboles como para
que toda la comunidad pasara por una reestructuración ecológica.
Todo pudo haber quedado en un simple cambio de proporciones de
especies de árboles nativos, de no ser porque las plántulas del
jazmín australiano estaban acechantes en el suelo de la selva, a la
espera de una mínima oportunidad. Crecieron más rápido que otros
árboles nativos. Y conforme iban creciendo, tapaban el sol, pues su
follaje es más denso del de muchas plantas de la isla. Pronto,
comenzaron a hacerse comunes en zonas que iban mucho más allá del
jardín botánico que les dio la bienvenida. En este estudio
reciente, el equipo de investigadores hizo un seguimiento de la
diversidad de las selvas de la reserva ecológica desde 1990 hasta
2014. Encontraron que conforme más común era el árbol invasor en
una zona, la diversidad de árboles nativos disminuía. En algunos
sitios, encontraron que uno de cada diez árboles es un pitosporo.

Si uno tiene de
frente la imagen de un pajarillo comiendo las semillas del pitosporo,
podría cuestionarse qué tan malo es que una especie de árbol
reemplace a otra. La selva se mantiene como selva, después de todo,
uno pensaría. Pero lo cierto es que las complicadas redes de
relaciones entre las especies de un ecosistema pocas veces soportan
la inclusión de una recién llegada, que, por decirlo de algún
modo, no conoce a nadie ni sabe seguir las costumbres locales. Se
puede tomar de ejemplo al zanate jamaicano. Esta ave negra,
actualmente en grave peligro de extinción, se alimenta
principalmente de los insectos que habitan los pequeños cuerpos de
agua que se forman entre las hojas de las bromeliáceas que crecen en la
corteza de los árboles nativos. No se han encontrado bromeliáceas
creciendo en la corteza de los pitosporos, y sin ellas no hay cuerpos
de agua, ni insectos que los zanates puedan comer. Este tipo de
disrupciones ecológicas, causadas por el árbol fuereño, amenaza a
la diversidad de Jamaica, en la que aproximadamente 40% de sus
especies de árbol son exclusivas de la isla.

Una planta del
pitosporo de bayas naranjas tarda de 24 a 35 años en volverse un
árbol maduro. Puede tratarse del ejército conquistador más lento
que haya existido. Pero eso lo convierte también en uno de los pocos
casos de especies invasoras para los que se está a tiempo de hacer
algo. En declaraciones recogidas en un comunicado de prensa de su
universidad, Peter Bellingham urge a las instituciones relevantes de
Jamaica a tomar medidas: hacer prioritario un programa de control
para esta especie, un programa que, dado el nivel de invasión, puede
ser simple y llanamente, una “intervención activa”. Lo cual,
según él mismo dice, sería mucho más eficaz y barato que tratar
de restaurar estos bosques caribeños en el futuro.

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En la imagen,
árboles de Pittosporum undulatum, ominosos al otro lado de una cerca
en Hawaii, donde también se han vuelto una amenaza al ecosistema
nativo. Tomada de Wikimedia Commons:
http://ift.tt/2lSx3H9

Aquí el comunicado
de prensa, de la Universidad Bangor:
http://ift.tt/2lSAkXV

Aquí el estudio
original, de acceso abierto, en inglés:
http://ift.tt/2lRh9Nu

Aquí un video, del
canal de Youtube I am Mishi, de una visita al Jardín Botánico
Cinchona donde aparecen fantástica vistas de las Montañas Azules:
https://www.youtube.com/watch?v=aYCQ6m10Mxk

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