Carta de las inquilinas de tu cuerpo y de tu hogar

Carta de las inquilinas de tu cuerpo y de tu hogar

/ Querido hogar humano:

Te escriben tus bacterias. Tu microbioma. Sí, los microorganismos que vivimos en tu cuerpo. “Tu cuerpo”, claro, es un decir, porque esa bolsa de carne, huesos y uno que otro seso en la que te mueves es, de hecho, más nuestra que tuya. Si un día decidieras ponerte xenofóbico y le dieras a cada una de tus células una espada microscópica y la orden de que trataran de expulsarnos, se verían trágicamente superadas en número, por diez a uno. Así que esperamos que ya estés acostumbrándote a la idea de que tú y nosotras, tus bacterias, somos parte de la misma entidad. Más te vale abandonar ese viejo concepto de id-entidad; sería mucho más apropiado, en vista de las circunstancias, llamarlo microbio-dentidad. A estas alturas, tú ya sabes que tus intestinos funcionan mejor con nosotras, que nos necesitas durante tu crecimiento, que te podemos proteger de otras como nosotras con intenciones malévolas. Todo eso debería convencerte de comenzar a hablar en plural cuando te mires al espejo. Pero si acaso necesitas más recordatorios, aquí va uno, que para ti será una novedad, pero para nosotras es historia vieja. Nosotras, tu microbioma, podemos extendernos incluso hacia afuera de tu cuerpo, y dejar manchadas las paredes de tu casa con tu identidad bacteriana.

Como lo oyes; tu microbioma se queda como una huella biológica allí donde vivas. Para nosotras (sabes que hablamos en femenino por mera cortesía gramatical; no tenemos sexo), esto tiene todo el sentido del mundo. Míralo de este modo. Algunas preferimos habitar en tu boca, otras en tu nariz, otras en tu intestino y muchas otras en tu piel. Tú tienes la mala costumbre de ir por ahí embarrando tu piel por todos lados, con esos extraños apéndices llenos de flagelos semi-rígidos que llamas manos. Seguro ahora mismo las estás frotando contra el teclado de tu computadora o lo que sea que tienes en la mesa. Bien, pues entérate que cada que tu piel toca alguna superficie, se te caen células muertas (evidentemente, siendo un organismo multicelular, no tienes aprecio por la vida de una sola célula), y en esas células vamos prendidas muchas de nosotras. Y es así que llegamos a donde sea que tú vayas. Toca la perilla de tu puerta para dejar pasar a tus invitados y ahí estaremos nosotras. Toca la mesa de tu cocina mientras preparas tu ensalada, y ahí estaremos nosotras. Toca el suelo de tu recámara para agacharte a buscar la moneda que se te fue debajo de la cama y ahí estaremos nosotras. Y ojo que usamos la palabra “nosotras” porque tenemos sentido de la identidad grupal. Tus “nosotras” son diferentes a las “nosotras” de otro humano. Tan diferentes, de hecho, que otros como tú, pero con bata blanca, pueden reconocer a qué humano pertenece una muestra de nosotras tomada del suelo de una recámara, de una mesa de cocina o de una perilla. ¿Cómo sabemos esto? No tenemos necesidad de enterarnos, simplemente lo sabemos; pero te vamos a contar cómo es que esos humanos de bata blanca se enteraron, con personajes que tú puedas entender. Llámalo consideración por el hogar.

Imagina un humano con curiosidad, que trabaja en un lugar llamado Laboratorio Nacional Argonne, parte del Departamento de Energía de país que llamas Estados Unidos. Él reúne a muchos otros humanos y les pide que vayan por ahí, frotando hisopos humedecidos en agua con sal sobre la piel de diferentes personas y en diferentes lugares de sus casas. Siete familias de humanos tuvieron que embadurnarse de solución salina la nariz, las manos y los talones cada dos días por seis semanas (inteligentemente, eso incluyó a las mascotas de la casa, pues la familia son los microbiomas con los que vives; pero hablaremos de eso más adelante). Las siete casas, a su vez, recibieron su dosis de hisopos húmedos en el suelo, la mesa y el interruptor de luz de la cocina, el suelo de la recámara, la perilla del baño y la perilla de la puerta principal. Luego, los humanos con bata blanca guardaron los hisopos en tubos transparentes con más líquidos nutritivos. En esos tubos íbamos nosotras, los microbiomas de cada familia. Pero en ese momento, los humanos todavía no lo sabían.

Por métodos que no mencionaremos (porque involucran la muerte de muchas de nosotras), los humanos obtuvieron la secuencia del ADN de nuestras células. Luego, se sentaron largas horas frente a una pantalla de colores y frotaron en repetidas ocasiones la piel de sus manos contra sus teclados de computadora, hasta que terminaron de obtener toda la información posible de nuestras secuencias. Primero, se enteraron de quiénes éramos. Esto es el equivalente a esos programas de televisión que ves por las noches, sentado en tu sillón mientras frotas tu piel contra los botones del control remoto, programas en que los policías hacen confesar a los interrogados para sacarles toda la información posible: a la intensa luz de la computadora, ahí estaban algunas de las nuestras gritando “¡confieso, confieso, pertenezco a esta especie!”. Con sólo esos datos, ya lo sabes casi todo. Nada más debes organizarlos. Haz una lista proporcional de todas las especies de nosotras en tu mano y tendrás el perfil bacteriológico de tu mano. Promédiala con la de otras partes de tu cuerpo y tendrás el perfil bacteriológico de tu cuerpo. Pero eso no fue lo interesante. “Eso ya se sabía”, dijo el humano con curiosidad.

Lo interesante fue lo siguiente. Los humanos de bata blanca compararon la lista de nuestras especies en tu mano con la lista de tu perilla. Compararon tu perilla con la de otras perillas en otras casas. Compararon tus pies con tus suelos y tus suelos con otros suelos de otras casas. Compararon tu nariz con la nariz de otras personas, algunos perros y un gato. Compararon todas las listas posibles entre sí. ¿Qué pudieron saber que no supieran? Esto fue lo que les sorprendió, tan ajenos a la vida en comunidad como sólo ellos pueden serlo. Tu mano y las manos de otros miembros de tu familia comparten muchas más de nuestras especies entre sí que con las manos de otras familias. Pero también comparten mucho más entre sí con la perillas, suelos y paredes de tu casa que con las de otras familias en otras casas. En pocas palabras, tu microbioma no sólo esta en ti, sino también en tu familia y en tu casa. ¿No te sorprende? ¿Quieres más?

Esto es tan cierto que cuando una familia se mudó de casa, nuestras colegas rápidamente colonizaron su nuevo hogar de acero y concreto. En poco más de 24 horas, las perillas, paredes y suelos de su nueva casa estaban rebosantes de la identidad bacteriana de la nueva familia humana. Por supuesto, 24 horas para nosotras pueden ser decenas de generaciones, dinastías completas. Pero a ustedes les sorprende que nos reproduzcamos tan rápido, y por tanto les sorprende cuando colonizamos tan rápido un nuevo hogar. Pues igual de rápido abandonamos el viejo. La vieja casa que quedó vacía perdió la identidad microbiana de esa familia en pocos días.

Parece que a esos humanos de bata blanca les gustan los mismos programas de televisión que a ti, porque cuando al coordinador de la investigación, un tal Jack A. Gilbert, le acercaron un micrófono a la boca (y, por supuesto, sus palabras provocaron un éxodo masivo de nosotras desde su cavidad oral hacia la superficie del micrófono), dijo que esa comparación de listas de especies bacterianas de una casa se podría usar como “herramienta forense”, porque la identidad microbiana de cada persona perdura en las superficies de la casa por algunos días. Dijo incluso que podrían saber, analizando a fondo la lista, si en esa casa había perros, gatos o niños y si esa persona tuvo contacto con ellos. Esto es así porque nosotras somos un fiel reflejo de tus relaciones ecológicas: nos compartes en mayor o menor grado con todos los animales (humanos o no) con los que convivas.

Y eso es el objetivo de esta carta. Sólo un breve recordatorio. Llámanos bacterias, llámanos gérmenes, llámanos flora intestinal, llámanos el diablo que chupa tu comida cuando toca el piso, lo cierto es que somos parte integral de tu familia y de tu casa. A través de nosotras, extiendes tu identidad a cualquier lugar que vayas. Tus límites no son tu piel, nunca lo han sido. Somos tu propia ecología en miniatura. Somos tú y eres nosotras.

No lo olvides.

Atentamente, tu querido microbioma.

___________

[Imagen tomada de la nota fuente]

Aquí el artículo original de Gilbert y sus colegas, publicado esta semana en Science: http://ift.tt/1qVfaVs

Aquí la nota fuente:http://ift.tt/1wL4wFB

Aquí un video explicativo (en inglés) del proyecto: http://ift.tt/1n29aW5

via Tumblr http://ift.tt/1pWsc56

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *