Si crees que sabes cuando tu perro está triste, tienes razón
Todos hemos estado en situaciones donde antes de que haya comunicación verbal, sabemos lo que está sintiendo el otro: felicidad, tristeza, enojo, etc. La comunicación por señales visuales faciales puede llegar a ser más importante que lo que se dice verbalmente, como seguramente muchos hemos experimentado en nuestras relaciones sociales. Aunque para muchas personas las interacciones más importantes sean con individuos de nuestra especie, diariamente socializamos con otras especies, especialmente con aquellas que son nuestras mascotas. Y esta socialización no es algo reciente, lleva muchos miles de años.
Tuve un perro muy muy querido durante 13 años, lo que quiere decir que al momento de su muerte, yo había pasado la mitad de mi vida a su lado. Desde mi sesgada interpretación del mundo, yo sabía casi todo el tiempo cómo se sentía, y él también podía leer en mi bastantes cosas. Lo quise muchísimo y él a mi también, y estoy segura de que era el perro más expresivo del mundo. Esto probablemente lo digan muchos dueños de sus respectivos perros, y es la razón por la cual dos sicólogos de la Universidad Walden, en Florida, EUA, realizaron diversos experimentos para comprobar qué tan buenos somos los humanos leyendo las emociones en las caras de los perros.
Para comprobar si los humanos reconocemos expresiones en las caras de los perros, le tomaron muchas fotos a Mal, un pastor belga de 5 años, bajo diferentes situaciones que sabían le despertaban ciertas emociones: felicidad, tristeza, sorpresa, disgusto, enojo y miedo. Después le mostraron las fotos a dos grupos de personas, algunos que tenían experiencia con perros, y otros que no. Les pidieron que clasificaran las fotografías según la emoción que mostraba la cara de Mal. Como se esperaba, los humanos en general clasificaron acertadamente las fotografías de Mal. Lo que no esperaban es que los humanos sin experiencia lo hicieran mejor que los experimentados, particularmente en la emoción “agresividad”. Esto puede deberse a que exista un sesgo en las personas que tienen perros a pensar que sus mascotas nunca muestran agresividad, y que por lo tanto ya no reconozcan esta expresión en las caras de los perros en general.
Así como yo parecía entender a mi perro y sus emociones, él también lo hacía de manera muy acertada. Sabía cuando yo estaba enojada, contenta, distinguía cuando me disponía a salir sola de cuando iba a salir con él, e incluso se molestaba cuando me burlaba de él. Los perros también reconocen nuestras emociones, y no es únicamente una cuestión de órdenes, palabras, o tonos de voz. Pueden leer nuestro lenguaje corporal y nuestras expresiones faciales para interpretar emociones. De hecho, en ciertas tareas cognitivas, los perros parecen comprender mejor a los humanos de lo que lo hacen los chimpancés.
El chimpancé es la especie evolutivamente más cercana al ser humano, y por lo tanto la más parecida. Esta especie ha demostrado una inteligencia impresionante, y sabemos que tienen la capacidad para seguir la mirada, es decir, saben que la atención de alguien está en donde están sus ojos (piensen eso la próxima vez que vayan al zoológico). Pero los seres humanos damos señales no solamente con la mirada, sino con otro tipo de señas que muchas veces pueden ser espontáneas y por acuerdo social, por ejemplo marcando con una equis un objeto. Si yo les digo que vayan por favor a mi casa y tomen una carpeta, y cuando llegan hay cinco, de las cuales una está marcada con una equis, es muy probable que sepan que la marcada con la equis es la que quiero que se lleven. Los chimpancés no son buenos detectando estas señales, pero los perros sí.
Esto lo comprobaron un grupo de científicos de la Academia Húngara de Ciencias, que seguramente se divirtieron mucho con sus experimentos, todos basados en un esquema similar: dos botes opacos, uno vacío y uno con comida. Al de comida lo señalaban de diferentes formas (viéndolo, tocándolo, señalándolo, o con una marca física -un bloque de madera arriba del bote-). Después hacían entrar a diferentes animales, hacían la señal, y veían qué tan exitosos eran los animales encontrando el alimento. Primero compararon a los chimpancés contra los perros, donde los perros ganaron por mucho a los chimpancés. Después se preguntaron si esta característica de reconocer señales sociales estaba compartida con el ancestro de los perros, el lobo, y que por lo tanto los perros habían únicamente heredado esta habilidad de sus ancestros lobos. Compararon entonces a un grupo de lobos contra un grupo de perros, y a los lobos les fue igual que a los chimpancés: muy mal. La siguiente cuestión fue si esto se debía a que los perros del estudio habían convivido con humanos durante su vida, y los lobos no, es decir, si el resultado podría ser porque los perros habían aprendido estas señas. Trajeron entonces a muchos cachorros de perro de diferentes edades, algunos de los cuales habían tenido un mínimo contacto con seres humanos, y realizaron la prueba de nuevo. A todos los perritos les fue igual de bien, sin importar su edad o su entrenamiento. En conjunto, estos resultados demuestran que los perros son mejores que los chimpancés detectando señales sociales humanas (tan buenos como un niño humano de tres años, según otro estudio), y que este atributo no viene de los lobos, sino que seguramente fue adquirido durante el proceso de domesticación de los perros.
La comunicación por expresiones faciales y corporales es muy importante para los seres humanos y se extiende hacia otras especies, como los perros. Éstos reconocen señas sociales que ni siquiera los chimpancés logran hacer. Estas habilidades fueron adquiridas durante el proceso de domesticación de los perros, que comenzó hace decenas de miles de años (hay quienes dicen que fue hace 33 mil años). En pocas palabras, los perros son una especie hecha por el ser humano, por lo cual no es de sorprender que tanto ellos como nosotros hayamos evolucionado rasgos que nos permiten comunicarnos mejor.
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El estudio sobre la capacidad de los humanos en reconocer las expresiones perrunas lo encuentran aquí.
El estudio sobre la domesticación de los perros y sus habilidades cognitivas acá.
Estudio sobre la capacidad de los perros de saber dónde está la atención humana, aquí.
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Alejandra Ortíz Medrano es la autora de esta publicación. Recientemente se incorporó a las filas de Historias Cienciacionales, y reconoce esto como su mayor logro de lo que va del año. Extraña con amor a su perro, Chucho.
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