Lecciones desde el excremento: basura de unos, tesoro de otros
Esta nota fue publicada originalmente el 9 de septiembre de 2013
/ La primera vez que Kaitlin Hunter estuvo cerca de la muerte fue durante un accidente automovilístico en junio de 2011. El impacto fracturó su columna vertebral, laceró su hígado, lastimó el colon y destrozó todos los dedos de sus pies. Sin embargo, un mes después de la tragedia su cuerpo magullado ya se incorporaba de la cama del hospital y se preparaba para viajar desde California hacia su hogar en Georgia, Estados Unidos.
Ni bien bajó del avión, Kaitlin comenzó a sentir un dolor intenso en su estómago. Preocupada, se internó en otro hospital donde le recetaron antibióticos. La infección no cedió sino que, para sorpresa de los médicos, parecía empeorar. De hecho, nueve rondas distintas de antibióticos fallaron en aliviarla. Mientras las semanas pasaban, Kaitlin perdió casi 20 kilos; por segunda vez, parecía que su vida llegaba a un final.
Después de varios análisis, se demostró que Clostridium difficile, una bacteria que forma parte de la microbiota normal de todos los seres humanos, estaba haciendo líos en el intestino de Kaitlin. Los antibióticos que le recetaron durante su recuperación del accidente habían eliminado por completo a las bacterias benéficas que habitaban en su tracto digestivo, permitiendo que Clostridium proliferara sin control.
Como suele pasar, esta bacteria había adquirido resistencia contra una gran variedad de medicinas. Las opciones, por tanto, eran escasas. En estos casos se opta por remover una parte del tracto digestivo o hacer un lavado intestinal con el riesgo de que si queda algún rastro del patógeno, éste ataque nuevamente. Sin embargo, los médicos de Kaitlin habían oído hablar de una tercera alternativa nada convencional pero que podría valer la pena.
Lo más importante era recuperar la biota intestinal para controlar la infección que estaba deteriorando a la desafortunada muchacha. Pero, ¿de dónde obtener una mezcla de bacterias benéficas que formaran parte de la microbiota normal? Del excremento de otra persona, por supuesto. A esta técnica se le conoce como trasplante fecal, y consiste en tomar la muestra, licuarla con agua salina e introducirla en el colon vía un tubo insertado en la nariz o boca.
Nadie se lo pensó por mucho tiempo: la madre de Kaitlin pronto donó sus propias heces para ayudar a su hija. En unos días, las bacterias repoblaron el intestino y todos los síntomas de infección desaparecieron. Kaitlin salió caminando del hospital cuando, tan sólo unos días antes, pocos pensaban que lograría salir de su enfermedad.
Aunque aún no se conozca cómo actúan en el tracto digestivo, los trasplantes fecales han demostrado ser una alternativa eficiente con respecto a otros tipos de tratamientos. De hecho, el 92% de los pacientes tratados con bacterioterapia fecal se han recuperado totalmente no sólo de infecciones con Clostridium difficile, sino también de colitis ulcerosa, síndrome de vejiga irritable y otros desordenes gastrointestinales. Incluso existen reportes de que los trasplantes fecales se han usado para tratar síndromes metabólicos, obesidad mórbida, Parkinson y autismo.
Si bien es cierto que aún faltan investigaciones para comprender mejor este tipo de tratamiento, el alto número de casos exitosos en tan poco tiempo deja claro que el excremento, inservible para muchos, puede ser tesoro de otros.
_____________________________
[Imagen de Katie Scott, ilustradora independiente que realizó este dibujo para un artículo sobre bacterioterapia fecal en la revista del New York Times. Aquí puedes visitar su página personal]
Entrevista con el Dr. Lawrence Brandt sobre los trasplantes fecales y sus beneficios.
Artículo científico sobre los trasplantes de microbiota para tratar enfermedades causadas por Clostridium difficile.