El diálogo necesario para el litoral * / *Este artículo fue…

El diálogo necesario para el litoral *

/ *Este artículo fue escrito por Alejandra Ortiz Medrano y mereció el primer lugar del Premio Nacional de Divulgación y Periodismo Científico 2013 (en México). Aquí sólo presentamos un pequeño fragmento. /

En el borde entre el agua dulce y salada, el mar y la tierra, prosperan los mangles. Estos árboles de raíces externas y ramificaciones laberínticas son la especie predominante y de la que toma su nombre el manglar, ecosistema que se desarrolla alrededor de esteros y lagunas costeras, sobre la línea del litoral. Representan un lugar de transición entre lo terrestre y lo marino, y en sus enmarañadas tripas guardan uno de los ecosistemas más diversos que existen. Pareciera como si su característica fronteriza marcara su destino, y lo dulce y lo salado se combinaran en un conflicto agridulce que enfrenta el manglar mexicano.

México es un país privilegiado con más de 10 mil kilómetros de litoral, por lo que se ubica entre las cinco naciones con mayor extensión de mangle en el mundo. Sin embargo, como tantas otras cosas en nuestro país, el medio ambiente no se salva del contraste. Desde hace más de 20 años, se pierde anualmente el 2% de la superficie de este ecosistema. A pesar de que se cuentan con programas nacionales y estatales para el cuidado ambiental, éstos no parecen ser suficientes. Más allá de que otras especies se vean afectadas, el deterioro ambiental nos impacta directamente. Esto no es trivial: el sostén de nuestra existencia se encuentra en el ambiente.

Detrás de cualquier actividad humana están presentes los beneficios que nos brindan los ecosistemas, desde comida, agua y materias primas hasta procesos que regulan el clima, las corrientes marinas y de viento, la regulación de enfermedades, e incluso la recreación o el simple disfrute y contemplación de la naturaleza. La vida humana depende de estos servicios ecosistémicos y, por lo tanto, nuestro bienestar pende de los hilos que se tejen dentro de ecosistemas como los manglares.

La intrincada maraña de ramas, troncos y raíces del mangle ofrece una enorme variedad de servicios ecosistémicos. Decenas de especies de peces, crustáceos y moluscos se sirven de sus recovecos para depositar huevos, donde después se refugiarán y alimentarán sus crías; muchas de estas especies son de interés comercial para la pesca y muchas otras son esenciales para mantener el balance ecológico de nuestros mares.

Además, el manglar actúa como barrera natural contra inundaciones, huracanes y erosiones de la playa. Dentro de los manglares se genera una gran cantidad de nutrientes que alimentan a los arrecifes de coral, pastos marinas, e incluso al propio mar. Por si esto fuera poco, la belleza de sus paisajes atrae al turismo, industria creciente en nuestro país. Sin embargo, es esta misma industria una de las mayores amenazas para el manglar.

En los últimos 30 años, se ha perdido más del 20% de la superficie mundial de manglares. En México, las principales causas de esta pérdida son las actividades agrícolas, ganaderas, acuícolas y turísticas. Muchos de los sitios más populares se encuentran precisamente a la orilla del mar, donde se distribuye el manglar, o en zonas muy cercanas a éste. La construcción de complejos hoteleros ha arrasado vorazmente con la extensión de estos bosques salobres, lo cual representa un peligro inminente, ya sea por los desechos asociados a la presencia humana, o por la destrucción misma de los mangles para construir sobre los terrenos. Siendo el turismo una de las principales actividades económicas del país, vale la pena preguntarse: ¿el desarrollo económico tiene que estar necesariamente asociado al deterioro ambiental?

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Esta es la segunda colaboración de Alejandra Ortiz con Historias Cienciacionales. Apasionada de los gatitos, los pugs, la divulgación de la ciencia y los procesos evolutivos, Alita también maneja su propio blog llamado “Víctimas sentimentales de la evolución”, donde pueden leer este artículo completo. ¡También síganla en su Twitter!

[Fotografía de Chris Chiavarelli. Tomada de Pinterest]

El artículo científico en el que se basó esta colaboración se puede consultar aquí.

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