El antiquísimo genoma del caballo prehistórico
Esta historia comenzó hace unos diez años, entre los lagos de hielo derretido y las montañas permanentemente nevadas de la región de Yukón, uno de los tres territorios que dividen el norte de Canadá. Ahí, enterrado debajo del permafrost de la tundra canadiense, el equipo de Eske Willerslev, investigador danés de la Universidad de Copenhagen, encontró un hueso del pie de un caballo que vivió hace aproximadamente unos 560-780 mil años.
Willerslev y su equipo volvieron a las andadas cuando publicaron una investigación inédita el pasado miércoles en la revista Nature: presentaron el genoma más antiguo que se haya secuenciado. A partir del tejido conservado del hueso que encontraron en 2003, fueron capaces de encontrar fragmentos de ADN pequeños (en restos fósiles así, es imposible recuperar los cromosomas completos) y luego ensamblarlos juntos como si se tratara de unir los pedazos aislados de un jarrón roto.
Para poder analizar el genoma de este caballo prehistórico, lo compararon con los genomas de caballos actuales, del burro y del caballo de Przewalski o caballo silvestre mongol, la única subespecie silvestre que no se ha originado a partir de animales domésticos. Dentro de sus resultados encontraron que todos ellos, incluyendo al espécimen fósil, comparten genes muy conservados que están relacionados al sistema inmune y a los receptores olfatorios.
También se sorprendieron al descubrir que el genoma del caballo de Przewalski, animal en peligro de extinción desde mediados del siglo XX, posee secuencias únicas que no comparte con sus primos domesticados. Este tipo de descubrimiento es esencial para planear mejor la conservación futura de las poblaciones del caballo silvestre de Mongolia.
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